sexta-feira, 24 de julho de 2009

Los rebaños y el valor de la cabalgadura

«Pero - podría interrumpirnos ahora alguna objeción -, con qué fin se emplea una palavra tan pomposa como egotismo para esta obviedad más que obvia?» Pues es lo más natural del mundo: calificar de hermoso lo que uno considera hermoso y arreglar la vida propia según el arbitrio personal!» (...) El acto reflejo natural del hombre no es, en ningún modo, la reafirmación de su yo, sino el acomodo de la opinión propia a la de la época, una capitulación ante el sentimiento de la mayoría. (...) Por eso se requiere en cada ocasión una energia muy particular, un espíritu rebelde - ese que tan pocos conocen! - para oponer una voluntad aislada frente a la presión intelectual de millones de atmósferas. Son muy raras y bien probadas las fuerzas que tienen que coincidir en un individuo para que éste se enfrente a ello desde su propia individualidad: un seguro conocimiento del mundo, una rapida agudeza del intelecto, un desprecio soberano por los rebaños y las turbas, una osada y amoral falta de escrúpulos y, sobre todo, valor, muchísimo valor, un valor inquebrantable, bien afincado en su cabalgadura y dispuesto a defender sus propias convicciones. Stendhal, el egotista por excelencia, poseía ese valor.
Stefan Zweig, Tres poetas de sus vidas: Casanova, Stendhal, Tolstói. BackList, 2008.

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